Al abrir la puerta de la gerencia, encristalada de vidrios japoneses, Erdosain quiso retroceder; comprendió que estaba perdido, pero ya era tarde.
Lo esperaban el director, un hombre de baja estatura, morrudo, con cabeza de jabalí, pelo gris cortado a «lo Humberto I», y una mirada implacable filtrándose por sus pupilas grises como las de un pez: Gualdi, el contador, pequeño, flaco, meloso, de ojos escrutadores, y el subgerente, hijo del hombre de cabeza de jabalí, un guapo mozo de treinta años, con el cabello totalmente blanco, cínico en su aspecto, la voz áspera y mirada dura como la de su progenitor. Estos tres personajes, el director inclinado sobre unas planillas, el subgerente recostado en una poltrona con la pierna balanceándose sobre el respaldar, y el señor Gualdi respetuosamente de pie junto al escritorio, no respondieron al saludo de Erdosain. Sólo el subgerente se limitó a levantar la cabeza:
-Tenemos la denuncia de que usted es un estafador, que nos ha robado seiscientos pesos.
Roberto Emilio Godofredo Arlt (Buenos Aires; 26 de abril de 1900 - ib.; 26 de julio de 1942), más conocido como Roberto Arlt, fue un novelista, cuentista, dramaturgo, periodista e inventor argentino.1¿2¿3¿ Considerado como uno de los escritores argentinos más importantes del siglo xx, en especial por El juguete rabioso (1926), Los siete locos (1929), Los Lanzallamas (1931), El Amor Brujo (1932) en el ámbito novelístico, junto con importantes estelas en el teatro, con obras como Trescientos millones (1932), La isla desierta (1937), y en la prensa argentina, con sus variopintas aguafuertes que se publicaban semanalmente en el diario El Mundo. La figura de Arlt se mantuvo principalmente a la sombra, o a la vanguardia literaria durante gran parte de los años 40s, 50s, y principios de los 60s, cuando su obra experimentó un resurgimiento progresivo gracias a la tarea de críticos como el fallecido Ricardo Piglia.