A sus veintisiete años, John Brenner despierta una noche en su casa sin recordar absolutamente nada de las últimas horas. A su lado hay una botella de vodka, una pistola y el cadáver de una chica que no recuerda haber visto antes. En su cabeza retumba sin cesar la misma pregunta: «¿Soy el asesino o alguien llevó a cabo el montaje perfecto?»