Bültmann & Gerriets
Sueños
von Francisco de Quevedo y Villegas
Verlag: Linkgua
Reihe: Narrativa Nr. 240
E-Book / EPUB
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ISBN: 978-84-9897-763-9
Erschienen am 31.08.2010
Sprache: Spanisch
Umfang: 122 Seiten

Preis: 2,99 €

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Klappentext
Biografische Anmerkung

El título completo de estas piezas, a medio camino entre la crónica y la narración, es Sueños y discursos de verdades descubridoras de abusos, vicios y engaños, en todos los oficios y estados del Mundo. El texto fue escrito, poco a poco, entre 1606 y 1623, y de él circularon abundantes manuscritos, aunque no se imprimieron juntos hasta 1627. Se trata de cinco narraciones cortas de inspiración lucianesca donde se pasa revista a diversas costumbres, oficios y personajes populares de su época, siempre con una intención crítica y de denuncia casi periodística y con un andamiaje narrativo (incluidos los diálogos) en los que hay una presentación, una exposición de personajes y hechos y un epílogo.
Las cinco piezas de esta obra son: El Sueño del Juicio Final (llamado también después El sueño de las calaveras); El alguacil endemoniado (retitulado El alguacil alguacilado); El sueño del Infierno (o Las zahúrdas de Plutón, en otra versión); El mundo por de dentro (que mantuvo ese título siempre) y El Sueño de la Muerte (también conocido como La visita de los chistes).



Francisco de Quevedo (Madrid, 1580-Villanueva de los Infantes, 1645). España.
Francisco Gómez de Quevedo y Villegas nació en septiembre de 1580, en Madrid. Su padre, Pedro Gómez de Quevedo, de ascendencia noble cántabra (valle de Toranzo) se trasladó a Madrid y desempeñó el cargo de secretario de Ana de Austria en la Corte madrileña, donde se casó con María de Santibáñez, también oriunda de las montañas santanderinas y al servicio de la Casa Real. Francisco tuvo cuatro hermanas y un hermano. Desde su infancia y juventud, Quevedo destacaba positivamente por su gran capacidad intelectual, pero no por sus condiciones físicas, ya que tenía defectos en los pies, era cojo de uno de ellos y muy corto de vista. Su padre murió pronto, y su madre se hizo cargo de su educación enviándolo al colegio Imperial (jesuita), en Madrid, donde estudió hasta 1596, tras lo cual inició estudios universitarios de humanidades, filosofía y lenguas (clásicas, italiano y francés) en Alcalá de Henares.
Ya en su periodo universitario dio muestras Quevedo de su talante mundano y atribulado. Constan algunos hechos que responden a este talante, y no sólo literarios, sino relacionados con trifurcas y duelos callejeros, como uno con un tal Diego Carrillo, a quien hirió en una pelea y de cuya demanda sólo le salvó la intervención del duque de Medinacelli.
En 1600, siguiendo a la corte, pasó a estudiar en Valladolid, donde estudió teología, adquirió fama de reconocido poeta y se fraguó su famosa rivalidad con Góngora. A Madrid regresó también con la corte en 1606, viviendo en contacto tanto con los círculos literarios como políticos, trabando amistad con personajes como Lope de Vega, Miguel de Cervantes y el duque de Osuna..., y asentando su enemistad con otros literatos, como con Luis de Góngora o los dramaturgos Juan Ruiz de Alarcón y Juan Pérez de Montalbán. En Madrid siguió sus estudios de teología, tradujo algunos clásicos (Anacreonte y Focílides) y continuó escribiendo.
Su compromiso político con España se cifró en una preocupación pesimista por la decadencia que experimentaba el imperio español, pero también se ocupó en labores activas. Así, en 1613, Quevedo acompañó a Italia al duque de Osuna (nombrado virrey de Nápoles, quizá gracias a las gestiones del mismo Quevedo), sirviéndole como secretario de Estado. También participó como agente secreto en peligrosas intrigas diplomáticas entre las repúblicas italianas, lo que le valió su ordenación como caballero de la Orden de Santiago (1618). No obstante, las turbulencias políticas generadas en la conjura de Venecia (de la que huyó milagrosamente), así como la caída en desgracia del duque de Osuna, supusieron una acusación sobre su persona que acabó, en 1620, con un corto destierro en una finca llamada Torre de Juan Abad (Ciudad Real), la cual le había legado en propiedad su madre antes de morir. La compra de dicha finca por parte de la madre fue objeto de disputa con los vecinos del lugar, y Quevedo hubo de entrar en pleitos infructuosos que sólo se saldaron a su favor tras su muerte, y a favor de su sobrino y heredero Pedro Alderete (Aldrete). No obstante las dificultades prácticas, Quevedo escribió allí algunas de sus mejores poesías y profundizó en el estudio y la lectura del estoico Séneca.


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